Loa a los cabreros
Los cabreros de la zona se reúnen en asamblea los miércoles. Unos llegan en furgoneta, otros en bicicleta y otros a pie. Deben subir una empinadísima cuesta embarrada casi siempre -todo hay que decirlo- hasta el lugar de encuentro: Un lugar apartado donde el agua de los arroyos de las lomas de dos montañas paralelas -llenas de sabina, jara y retama- vierten su agua clara sobre todo el paraje. Van vestidos con pantalones vaqueros o de pana, y calzado de botas altas salpicadas del barro de aquel camino en cuesta (siempre embarrado hasta bien entrado el mes de mayo).
Pertenece aquel recinto al cabrero Visnu. Cubierto todo con techumbre de uralita y paredes de ladrillo sin revocar, aquel sitio huele mayoritariamente a cabra, porque Visnu las recoge allí todas las noches. Pero los miércoles es un día excepcional, las deja afuera mientras celebraban la reunión.
El pueblo donde se reúnen se llamaba Sagar, y es famoso por sus rebaños de cabras, sus pieles y su cooperativa lechera. Se juntan más de treinta llegados de los pueblos de alrededor de esa parte de la meseta. Sentados sobre taburetes o piedras altas, parlotean en voz alta y a la vez, de los acontecimientos. Después de parlamentar así, sacan un buen aperitivo: Vino de cosecha. Algunas veces vino dulce o moscatel con pastitas.
Mientras, perros guardianes, mastines casi todos, aguardan fuera el toque de queda: El final de la asamblea que sobre las diez de la noche llega a su fin. Vuelven a casa entonces, unos a pie, otros en furgoneta y otros -si no llueve aquel día- en bicicleta. Cuando Visnu se queda solo, conduce adentro las cabras y las encierra en aquel chamizo hecho de tejado de uralita y ladrillo sin revocar, hasta la mañana siguiente en que las vuelve a sacar temprano. Al siguiente miércoles las vuelve a dejar afuera: (Así cuatro veces por mes, cuarenta y pico veces al año, más o menos, celebran una asamblea los cabreros de aquella parte de la meseta hindú.)
Los cabreros de la zona se reúnen en asamblea los miércoles. Unos llegan en furgoneta, otros en bicicleta y otros a pie. Deben subir una empinadísima cuesta embarrada casi siempre -todo hay que decirlo- hasta el lugar de encuentro: Un lugar apartado donde el agua de los arroyos de las lomas de dos montañas paralelas -llenas de sabina, jara y retama- vierten su agua clara sobre todo el paraje. Van vestidos con pantalones vaqueros o de pana, y calzado de botas altas salpicadas del barro de aquel camino en cuesta (siempre embarrado hasta bien entrado el mes de mayo).
Pertenece aquel recinto al cabrero Visnu. Cubierto todo con techumbre de uralita y paredes de ladrillo sin revocar, aquel sitio huele mayoritariamente a cabra, porque Visnu las recoge allí todas las noches. Pero los miércoles es un día excepcional, las deja afuera mientras celebraban la reunión.
El pueblo donde se reúnen se llamaba Sagar, y es famoso por sus rebaños de cabras, sus pieles y su cooperativa lechera. Se juntan más de treinta llegados de los pueblos de alrededor de esa parte de la meseta. Sentados sobre taburetes o piedras altas, parlotean en voz alta y a la vez, de los acontecimientos. Después de parlamentar así, sacan un buen aperitivo: Vino de cosecha. Algunas veces vino dulce o moscatel con pastitas.
Mientras, perros guardianes, mastines casi todos, aguardan fuera el toque de queda: El final de la asamblea que sobre las diez de la noche llega a su fin. Vuelven a casa entonces, unos a pie, otros en furgoneta y otros -si no llueve aquel día- en bicicleta. Cuando Visnu se queda solo, conduce adentro las cabras y las encierra en aquel chamizo hecho de tejado de uralita y ladrillo sin revocar, hasta la mañana siguiente en que las vuelve a sacar temprano. Al siguiente miércoles las vuelve a dejar afuera: (Así cuatro veces por mes, cuarenta y pico veces al año, más o menos, celebran una asamblea los cabreros de aquella parte de la meseta hindú.)